Problemas de pareja sin solución: ¿Cómo saber si tu relación está rota?

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No todos los problemas en pareja tienen solución.
Nos han vendido la idea de que, con amor, todo se puede arreglar. Que si hay suficiente paciencia, comunicación y voluntad, cualquier diferencia puede ser resuelta. Pero la realidad es otra: hay problemas que simplemente no tienen solución porque tocan el núcleo del compromiso en la relación.
Al mismo tiempo, hay conflictos que sí se pueden negociar y, lejos de ser una amenaza, pueden fortalecer la relación. La clave está en saber diferenciarlos.

⚠️ Advertencia: Este artículo no te dirá lo que quieres oír

Si buscas un mensaje de «con amor todo se puede solucionar», este no es el lugar.
Si esperas encontrar frases motivacionales sobre cómo «luchar hasta el final» por tu relación, tampoco.

Este artículo no está diseñado para consolarte, sino para incomodarte. Para hacerte mirar de frente lo que quizás llevas tiempo evitando. Para ayudarte a distinguir entre un problema que puede resolverse y uno que, por más que lo intentes, nunca tendrá solución.

No porque el amor no importe, sino porque hay cosas que el amor no puede arreglar.

Si estás dispuesto a cuestionarte y a afrontar la verdad, sigue leyendo. Si no, tal vez prefieras dejar este artículo para otro día.

🔹 Si estás dispuesto a cuestionarte y a afrontar la verdad, sigue leyendo. Si ya sospechas que tu relación no tiene solución y necesitas claridad, puedes explorar herramientas como Los dos Cuadernos de las Decisiones para ayudarte a tomar una decisión.

Problemas negociables: Diferencias que fortalecen la relación

No todas las discusiones en pareja son señales de una crisis profunda. De hecho, muchas veces, los conflictos no son más que choques de preferencias, hábitos o formas de hacer las cosas, y lejos de representar un peligro para la relación, pueden ser una oportunidad para fortalecer el vínculo.

Las parejas que aprenden a negociar y a gestionar sus diferencias sin dramatizar desarrollan una relación más sólida y flexible, donde cada uno se siente escuchado y valorado.

El arte de negociar en pareja: ¿Cómo convertir un problema en una oportunidad?

La clave para resolver problemas negociables está en la disposición de ambos a encontrar un punto medio. Esto implica:

Escuchar activamente

No se trata solo de responder o esperar tu turno para hablar, sino de comprender realmente el punto de vista del otro. Escuchar activamente implica hacer preguntas, validar emociones y demostrar interés genuino en lo que tu pareja expresa, sin interrumpir ni asumir respuestas.

Evitar la mentalidad de “ganar o perder”

Una relación de pareja no es una competencia, sino un espacio donde ambos deben sentirse satisfechos. Si uno gana y el otro pierde, en realidad pierden los dos. Enfocarse en encontrar soluciones donde ambos salgan beneficiados crea un vínculo más sólido y reduce los conflictos recurrentes.

Ceder y equilibrar

En una relación, no siempre se puede ganar en todo. A veces, dar un paso atrás en un tema puede significar que la otra persona haga lo mismo en otra situación. Este equilibrio basado en el “hoy por ti, mañana por mí” evita resentimientos y fomenta un sentido de justicia dentro de la pareja.

Ejemplos de problemas negociables en pareja

Aquí algunos ejemplos de conflictos típicos que, bien manejados, pueden incluso fortalecer la relación, siempre y cuando haya una intención real de compartir y construir juntos, y no una excusa para evitar el vínculo o alimentar una independencia excesiva.

1. Decidir qué serie ver juntos o qué hacer en el tiempo libre

Puede parecer trivial, pero cuando los gustos son muy diferentes, esto puede generar roces. Sin embargo, lo importante no es solo aceptar que cada uno tenga sus espacios individuales, sino buscar maneras de compartir momentos de calidad.

Solución posible: Crear “momentos compartidos” con series o actividades que ambos disfruten y aceptar que a veces cada quien disfrutará de su propio contenido, sin que eso se convierta en una dinámica de desconexión.

2. Distribuir las tareas del hogar

Uno siente que hace más que el otro, o que ciertas tareas siempre le tocan a la misma persona. Esto no debe resolverse desde una lógica de “cada uno hace lo suyo”, sino desde una visión de equipo donde ambos contribuyan y sientan que el hogar es un proyecto compartido.

Solución posible: Repartir responsabilidades de manera justa y, si hay conflicto, rotar tareas para evitar monotonía o frustración. Lo clave aquí es que el reparto no refuerce la sensación de que cada uno tiene su parcela separada, sino que los dos están construyendo un espacio en común.

3. Cuánto tiempo pasar con la familia o amistades

Uno es más familiar y el otro más independiente, o hay diferencias en cuánto se quiere socializar con amigos. Aquí el problema no es que cada uno tenga su círculo, sino cuando uno de los dos usa esta diferencia como una vía de escape para evitar pasar tiempo en pareja.

Solución posible: Respetar la necesidad de cada uno, pero sin que eso se convierta en una forma de evitar la conexión en pareja. Es importante encontrar un equilibrio real donde el tiempo juntos no quede relegado a lo secundario.

4. Diferencias en horarios y rutinas diarias

Uno es nocturno, el otro madrugador. Uno prefiere desayunar tranquilo, el otro salir corriendo. Estos contrastes pueden causar tensión si no se manejan bien, pero no deben ser una excusa para que cada quien haga su vida aparte.

Solución posible: Aceptar que los ritmos son distintos y encontrar momentos clave para coincidir, sin que la solución termine siendo que cada uno sigue su rutina sin preocuparse por compartir tiempo en pareja.

¿Por qué estos problemas pueden fortalecer la relación?

Cuando una pareja logra negociar con éxito en estas áreas, la relación se fortalece siempre que el objetivo sea compartir, no simplemente tolerar la independencia del otro.

> Se desarrolla empatía y se aprende a valorar la perspectiva del otro.
> Se fomenta la adaptabilidad, pero sin caer en la desconexión emocional.
> Se evitan conflictos mayores, porque las diferencias se resuelven antes de volverse problemas acumulados.
> Se refuerza la confianza, al ver que ambos están dispuestos a encontrar soluciones juntos y no a vivir como dos vidas paralelas.

Aprender a diferenciar entre un problema negociable y uno irresoluble puede salvarte de años de desgaste en una relación.

Los problemas negociables son desafíos normales que cualquier pareja enfrenta, pero solo pueden gestionarse bien si hay un esfuerzo genuino por compartir y no simplemente por aceptar la independencia del otro.

Si la solución a un conflicto siempre es “cada quien hace lo suyo”, sin buscar espacios de conexión real, entonces no estamos resolviendo el problema, sino evadiendo la relación.

Por otro lado, cuando una diferencia toca el compromiso, ya no estamos hablando de algo que se pueda negociar… y ahí es donde surgen los problemas sin solución.

Problemas irresolubles: Cuando el compromiso está en juego

Aquí entramos en un terreno más delicado. Los problemas irresolubles no son simples diferencias de opinión, sino incompatibilidades profundas que afectan la esencia de la relación y ponen en duda su futuro.

A diferencia de los conflictos negociables, estos problemas no pueden resolverse con acuerdos ni con más comunicación, porque tocan aspectos fundamentales de la identidad y los valores de cada persona.

Si uno de los dos cede demasiado, no está resolviendo el problema, sino renunciando a sí mismo para mantener la relación, lo que a largo plazo genera resentimiento y desgaste.

¿Qué significa realmente estar comprometido?

El término compromiso es ambiguo y se usa con demasiada ligereza. Muchas personas dicen estar comprometidas cuando en realidad su concepto de compromiso no es el mismo que el de su pareja.

Para algunas personas, compromiso significa exclusividad y proyecto de vida en común. Para otras, simplemente significa estar en una relación mientras les resulte conveniente.

Pero el compromiso real implica una serie de decisiones y acciones constantes, no solo palabras. Algunas claves para identificarlo:

> Elegir a la pareja todos los días, no solo cuando es fácil.
> Priorizar la relación en la toma de decisiones importantes.
> Construir un futuro juntos, en lugar de mantenerlo en un estado indefinido.
> No evitar las conversaciones difíciles, sino afrontarlas con madurez.

Un compromiso auténtico no es solo estar juntos, sino estar dispuestos a construir un vínculo sólido en el que ambos se sientan seguros.

Y aquí es donde los problemas irresolubles aparecen: cuando el nivel de compromiso que cada uno espera es radicalmente diferente.

¿Cómo saber el grado de compromiso de tu pareja?

Para evaluar el compromiso real en la relación, aquí tienes un ejercicio sencillo pero revelador. El objetivo no es poner a prueba a tu pareja, sino entender si estáis en la misma página en cuanto a lo que significa compromiso para cada uno.

Ejercicio: 

Paso 1: Reflexión individual

Cada uno (o solo tú, si prefieres hacerlo en solitario) debe responder estas preguntas con total honestidad.

1 ¿Cómo definiría el compromiso en pareja?
2 ¿Qué expectativas tengo sobre el compromiso en mi relación actual?
3 ¿Qué señales o acciones de mi pareja me hacen sentir que está comprometido/a conmigo?
4 ¿En qué momentos he sentido que su compromiso flaquea o es ambiguo?
5 Si tuviéramos una crisis difícil (económica, emocional, de salud), ¿creo que mi pareja estaría a mi lado sin dudarlo?
6 Cuando tomamos decisiones importantes, ¿lo hacemos pensando en un futuro juntos o cada uno en lo suyo?
7 Si mi pareja y yo diéramos respuestas distintas a estas preguntas, ¿cómo me haría sentir eso?

Importante: No hay respuestas correctas o incorrectas, lo clave es notar si las respuestas reflejan una visión similar o si hay grandes diferencias.

Paso 2: Conversación en pareja (opcional pero recomendable)

Si lo deseas, puedes proponerle a tu pareja que haga el mismo ejercicio y luego intercambiar respuestas.

> Si las respuestas son coherentes entre ambos, es señal de que el compromiso está alineado y sólido.
> Si hay diferencias significativas, es una oportunidad para hablar sobre ellas antes de que se conviertan en un problema mayor.

Paso 3: Acciones concretas

Después de reflexionar sobre las respuestas, pregúntate:

> ¿Qué necesito de mi pareja para sentir más seguridad en el compromiso?
> ¿Estoy transmitiendo mi propio compromiso de manera clara?
> ¿Nos estamos comprometiendo de verdad o simplemente evitando hablar de lo que no encaja?

El compromiso no es una promesa abstracta, sino una serie de acciones concretas que construyen una relación sólida. Si, después del ejercicio, notas que hay ambigüedad, contradicciones o silencios incómodos, es un indicio de que puede haber un problema irresoluble en este aspecto.

El compromiso no se mide en palabras, sino en hechos. ¿Las acciones de tu pareja coinciden con lo que dice? Si la respuesta es «no», tal vez la verdadera pregunta no sea cuánto compromiso hay, sino si realmente estáis en el mismo camino.

Ejemplos de problemas irresolubles en pareja

Hay conflictos que pueden resolverse con voluntad y flexibilidad, pero hay otros que no son una cuestión de esfuerzo, sino de incompatibilidad esencial. No porque uno de los dos no quiera ceder, sino porque hacerlo significaría traicionarse a sí mismo.

1. Compromiso desigual: Cuando uno avanza y el otro se queda atrás

Uno sueña con casarse, formar una familia y construir una vida juntos, mientras que el otro nunca se ha visto en un compromiso formal. O uno espera exclusividad y entrega mutua, mientras que el otro prefiere una relación más abierta o menos estructurada.

> Por qué es irresoluble: No es un problema de tiempos ni de falta de amor, sino de formas distintas de concebir una relación. No se trata de esperar pacientemente a que el otro cambie de opinión, sino de reconocer que, si tras años de relación la visión de futuro sigue sin coincidir, probablemente nunca lo hará.

2. Diferencias en la visión de vida: Cuando los caminos van en direcciones opuestas

Uno sueña con mudarse a otro país para perseguir una oportunidad profesional o un cambio de vida, mientras que el otro necesita estabilidad y arraigo en su entorno.

> Por qué es irresoluble: No hay negociación posible cuando lo que uno considera su proyecto de vida implica que el otro renuncie al suyo. No es egoísmo, es identidad. Intentar forzar una solución solo generará frustración y resentimiento en quien termine sacrificando sus aspiraciones.

3. Querer o no tener hijos: La decisión que no admite puntos medios

Uno siente el deseo profundo de formar una familia, mientras que el otro no se imagina jamás teniendo hijos.

> Por qué es irresoluble: No es un capricho ni una fase, sino una convicción que rara vez cambia. Y no hay un «punto intermedio» que pueda satisfacer a ambos. Tener hijos solo para complacer a la pareja puede llevar a un profundo arrepentimiento y a una paternidad forzada; renunciar a ellos por amor puede convertirse en un duelo eterno. Cualquier decisión tomada en contra de un deseo tan fundamental acabará pesando sobre la relación.

4. Valores opuestos: Cuando la base de la relación es inestable

Uno cree en la fidelidad absoluta, el otro en la flexibilidad. Uno ve el dinero como una herramienta para disfrutar la vida, el otro como un recurso que hay que acumular con prudencia. Uno prioriza a su familia de origen, el otro pone distancia con la suya.

> Por qué es irresoluble: Los valores no son negociables, son la estructura que define cómo vivimos y tomamos decisiones. Cuando chocan de manera profunda con los de la pareja, es cuestión de tiempo antes de que esas diferencias se conviertan en conflictos recurrentes. Una relación puede sobrevivir con diferencias, pero no con una base incompatible.

Diferencias entre problemas negociables en una pareja y problemas sin solución

AspectoProblemas NegociablesProblemas Irresolubles
DefiniciónConflictos que pueden resolverse con acuerdos, comunicación y ajustes mutuos.Diferencias profundas que afectan valores, identidad o visión de vida, sin solución posible.
Impacto en la relaciónSi se manejan bien, pueden fortalecer el vínculo y mejorar la convivencia.Generan desgaste y resentimiento porque ninguno de los dos puede (ni debe) ceder.
EjemplosReparto de tareas, tiempo libre, diferencias en horarios, nivel de socialización.Querer o no tener hijos, compromiso desigual, valores opuestos, visión de vida incompatible.
SoluciónSe pueden resolver con flexibilidad, acuerdos y comunicación.No se pueden negociar sin que uno de los dos renuncie a algo esencial de sí mismo.
Riesgo de postergarloPuede generar tensión si no se maneja, pero tiene solución a largo plazo.Posponerlo solo prolonga el sufrimiento y la frustración.
Consecuencia de no afrontarloLa relación puede volverse incómoda o generar pequeños conflictos recurrentes.La relación se deteriora hasta el punto de romperse o volverse insostenible.

Cuando la comunicación no es suficiente

Ante un problema irresoluble, muchas parejas creen que si hablan lo suficiente, encontrarán una solución. Se aferran a la esperanza de que el otro cambie, que con el tiempo todo encajará.

Pero la realidad es que, cuando un problema toca la identidad, los valores o la visión de vida de cada persona, no es cuestión de comunicación, sino de reconocer que hay un límite.

Si para que la relación funcione necesitas que tu pareja deje de ser quien es, no es amor, es sacrificio. Y el amor real no debería exigir renuncias tan profundas.

El problema no es que uno de los dos no quiera ceder, sino que no debería hacerlo. Porque cuando un problema es irresoluble, la verdadera pregunta no es «¿cómo podemos hacerlo funcionar?», sino «¿hasta cuándo queremos seguir ignorando que no encajamos?».

La trampa de posponer lo inevitable

Muchas parejas quedan atrapadas en relaciones donde un problema irresoluble se convierte en una discusión cíclica que nunca llega a ninguna parte. Se repite el mismo debate una y otra vez, pero sin avance real, porque no es una cuestión de comunicación o acuerdos, sino de identidad personal.

Lo que realmente ocurre en estos casos no es que uno de los dos no entienda al otro, sino que ninguno puede (ni debe) ceder sin traicionarse a sí mismo.

Sin embargo, en lugar de afrontar esta realidad, se pospone la decisión difícil. Y esta evasión tiene un alto coste emocional.

Señales de que estáis atrapados en un problema irresoluble

> Uno de los dos se queda esperando a que el otro cambie de opinión.
Se mantiene la esperanza de que, con el tiempo, el otro cederá. Pero la verdad es que nadie debería necesitar cambiar su esencia para encajar en una relación.

> Se posterga una decisión importante con excusas (“cuando pase X, lo hablamos”).
«Cuando termine este proyecto en el trabajo», «cuando los niños crezcan», «cuando las cosas estén más tranquilas…» Se va retrasando lo inevitable porque tomar una decisión definitiva da miedo.

> Se minimiza el problema, pero sigue causando resentimiento.
Uno de los dos dice «no es tan grave» o «podemos hacerlo funcionar», pero en el fondo, el conflicto sigue ahí, latente, desgastando la relación poco a poco.

Cuanto más tiempo pasa, más difícil es soltar

Lo peligroso de posponer una decisión es que, con el tiempo, la relación se vuelve más difícil de dejar, aunque ya no funcione.

> Aumenta el apego y la inversión emocional.
Después de años juntos, dejar la relación parece una pérdida demasiado grande. El miedo al “tiempo perdido” paraliza la decisión.

> La dependencia y el miedo a la soledad hacen que uno se aferre más.
A veces, no es amor lo que mantiene a la pareja unida, sino el pánico a empezar de nuevo o a no encontrar a alguien más.

> El desgaste emocional se convierte en la nueva normalidad.
Llega un punto en el que el conflicto y la insatisfacción se vuelven parte del día a día, hasta el punto de que se normaliza el malestar.

El problema es que nadie sale ileso de una relación que se mantiene a la fuerza. Y cuanto más se alarga la decisión, más difícil es dar el paso.

Rompiendo el ciclo: La valentía de aceptar la verdad

Si llevas tiempo repitiendo las mismas discusiones sin solución, es momento de preguntarte:

> ¿Estoy esperando que algo cambie por sí solo?
> ¿Estoy posponiendo una decisión que en el fondo ya sé que tengo que tomar?
> ¿Estoy minimizando un problema que realmente me afecta?
> Si sigo aquí dentro de cinco años, ¿cómo me sentiré?

La única forma de salir de esta trampa es ser brutalmente honesto contigo mismo. No todas las relaciones están destinadas a continuar, y soltar a tiempo es a veces el acto más valiente de amor propio que puedes hacer.

Porque lo realmente doloroso no es terminar una relación, sino seguir atrapado en una que ya no tiene futuro.

Ejercicio de autorreflexión: Rompiendo la trampa de posponer lo inevitable

Este ejercicio está diseñado para ayudarte a tomar conciencia de si estás atrapado en un problema irresoluble y, sobre todo, a enfrentar lo que quizás llevas tiempo evitando.

** ¿Estoy esperando que algo cambie por sí solo?

Muchos problemas irresolubles se mantienen porque esperamos que con el tiempo, el otro cambie de postura o la situación se resuelva sola.

> Reflexiona:

  • ¿Cuánto tiempo llevas esperando que esto cambie?
  • ¿Qué señales reales tienes de que el cambio va a ocurrir?
  • ¿Tu pareja ha mostrado un compromiso claro de cambio o solo palabras?

> Si la única estrategia es «dar tiempo», sin ninguna acción concreta, probablemente solo estés postergando lo inevitable.

** ¿Estoy posponiendo una decisión que en el fondo ya sé que tengo que tomar?

A veces, el miedo a enfrentar una realidad dolorosa nos lleva a aferrarnos a la indecisión. Pero la duda constante también desgasta y consume energía.

> Reflexiona:

  • Si tu mejor amigo/a estuviera en tu lugar, ¿qué le dirías?
  • ¿Qué es lo que realmente te frena para tomar una decisión?
  • Si la relación terminara hoy por decisión de la otra persona, ¿sentirías alivio o desesperación?

> Cuando la duda se prolonga demasiado, suele significar que ya conoces la respuesta, pero no quieres asumirla.

** ¿Estoy minimizando un problema que realmente me afecta?

Muchas veces, para evitar tomar una decisión dolorosa, intentamos restarle importancia al problema. Pero negar lo que sentimos solo prolonga el sufrimiento.

> Reflexiona:

  • ¿Alguna vez has sentido que «no debería molestarte tanto» algo que en realidad sí te duele?
  • Si este problema lo tuviera otra persona, ¿le dirías que lo ignore o le darías importancia?
  • ¿Qué emociones aparecen cuando piensas en este problema: paz o ansiedad?

> Si sigues dándote razones para aguantar algo que en el fondo te hace daño, es momento de cuestionarte por qué lo estás permitiendo.

** Si sigo aquí dentro de cinco años, ¿cómo me sentiré?

Este es el ejercicio más potente porque te obliga a mirar hacia adelante y visualizar las consecuencias de no actuar.

> Reflexiona:

  • ¿Cómo crees que será tu vida dentro de cinco años si todo sigue igual?
  • ¿Seguirás teniendo las mismas discusiones?
  • ¿Sentirás que has aprovechado tu tiempo o que lo has desperdiciado esperando?

> Si la respuesta te genera angustia, tristeza o resignación, entonces ya sabes cuál es la verdadera respuesta.


 

Si al hacer este ejercicio sientes pesadez, ansiedad o una incomodidad profunda, es probable que en el fondo ya sepas lo que tienes que hacer, pero aún no te atrevas a dar el paso.

Y la pregunta final es:

🔹 Si supieras con certeza que, al tomar esta decisión, encontrarías una vida más plena, libre y en paz… ¿qué harías?

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La valentía de aceptar que no todo se soluciona

El compromiso en pareja no significa aguantar, resistir o esperar a que el otro cambie. Tampoco es una cuestión de «luchar hasta el final» sin importar el precio.

Comprometerse es elegir a alguien con quien construir un proyecto de vida sin que ninguno de los dos tenga que traicionarse a sí mismo. Es apostar por la relación, sí, pero desde la coherencia, no desde el sacrificio.

Aceptar que hay problemas irresolubles no es rendirse, es reconocer la realidad con valentía.

¿Seguir o soltar? Preguntas clave para decidir

Si sientes que llevas tiempo atrapado en la misma discusión, repitiendo ciclos sin encontrar una solución real, estas preguntas pueden ayudarte a aclarar si la relación tiene futuro o si solo estás evitando enfrentarte a la verdad.

> ¿Lo que estoy pidiendo implica que mi pareja cambie algo esencial de su identidad?
Si la única forma de que la relación funcione es que el otro se convierta en alguien que no es, entonces no estás en una negociación, sino en una lucha contra la naturaleza de la persona con la que estás.

> ¿Estoy esperando que el tiempo o las circunstancias solucionen esto mágicamente?
Postergar lo inevitable no hace que el problema desaparezca. ¿De verdad crees que en unos años, por arte de magia, dejará de importarte lo que hoy te duele?

> ¿Sigo aquí por miedo a estar solo o porque realmente quiero estar con esta persona?
Muchas relaciones continúan no porque funcionen, sino porque el miedo a soltar pesa más que la insatisfacción. Si tu relación fuera exactamente igual dentro de cinco años, ¿seguirías eligiéndola?

Si la respuesta a alguna de estas preguntas es «sí», tal vez la relación ya no tenga un futuro realista.

La verdadera prueba del compromiso

El verdadero compromiso no es luchar contra lo imposible, sino elegir conscientemente.

No se trata de hacer que funcione “a toda costa”, sino de reconocer con honestidad cuándo seguir insistiendo deja de tener sentido.

Aceptar esto no es un fracaso, es madurez emocional. Porque al final, la peor relación no es la que termina, sino la que se mantiene por miedo a soltar.

> El compromiso no es aguantar, sino elegir cada día con convicción. Y si ya no puedes hacerlo, es hora de elegir otra cosa.

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